domingo, 3 de junio de 2007

David y Goliat

Nunca hubiese podido imaginar la prestigiosa revista norteamericana The New Republic que la modesta publicación digital Forbes iba a hacerla protagonizar uno de los mayores escándalos de la historia del periodismo. "Una revista online persiguiendo a un gigante". El motivo: el reportero de Forbes, Adam Penenberg descubrió que el joven periodista Stephen Glass publicó en The New Republic 27 historias que contenían material inventado. Esta es la historia que recoge el largometraje "El precio de la verdad".


Este escándalo, que tuvo lugar en 1998, supuso un gran avance del periodismo digital y planteó un debate en torno a los principios que deben regir el trabajo del periodista. Al comienzo de la ya citada película, Glass dice: "Yo observo y describo, de esta manera son las personas las que cuentan su historia". Esa debería ser la actitud de un periodista. La función del periodismo es contar historias, no entrometerse en ellas. Sin embargo, Glass no llevó a cabo este principio, pues basó sus artículos en falsas fuentes y se situó como protagonista, alegando que con ello daría más credibilidad a la historia. Glass no cumplió uno de los diez mandamiento del periodista de José Luis Esquivel Hernández: "No levantarás falso testimonio ni mentirás".

Fragmento de "El precio de la verdad"

Tras perder toda su credibilidad como periodista, Stephen Glass publicó una novela autobiográfica "El Fabulador", en la que justificaba su comportamiento. De su falta de ética obtuvo rendimientos económicos, pero nunca más obtuvo rendimientos profesionales. Su desprestigio le apartó de una profesión apasionante en la que muchas veces se cometen errores. Sólo los inintencionados convierten al periodista en persona, los intencionados lo convierten en un fraude.


2 comentarios:

SPANISH -SAGE dijo...

Hola, este comentario no tiene nada que ver con el blog, lo siento. Simplemente que yo tambien me llamo Iria Gonzalez!!!
Te descubri en google. Nada mas.
Suerte con tu blog.

tangaranho dijo...

Enfin, supongo que para que la profesión siga existiendo, tiene que haber gente que "se lo crea", claro que para mí cada vez es más difícil creerme lo que me cocinan algunas corporaciones mediáticas.

Pero el personaje en cuestión no es más que un producto del periodismo que sufrimos hoy en día: importa vender, no importa informar con rigor, no es exactamente la verdad lo que importa; si la verdad no es lo suficientemente impactante, sensacional, o no favorece lo suficiente al discurso que queremos inculcar...pues se maquilla, se altera, se prefabrica.

Un saludo...